domingo, 1 de noviembre de 2009

Algunos Cónsules del Imperio Romano

Julio César: Su dictadura puso fin a la República en Roma (Roma, 100 - 44 a. C.). Julio César pasó una juventud disipada, en la que empezó muy pronto a acercarse al partido político «popular», al cual le unía su relación familiar con Mario. Se ganó el apoyo de la plebe subvencionando fiestas y obras públicas. Y fue acrecentando su prestigio en los diferentes cargos que ocupó: cuestor (69), edil (65), gran pontífice (63), pretor (62) y propretor de la Hispania Ulterior (61-60). De regreso a Roma, consiguió un gran éxito político al reconciliar a los dos líderes rivales, Craso y Pompeyo, a los que unió consigo mismo mediante un acuerdo privado para repartirse el poder formando un triunvirato y así oponerse a los optimates que dominaban el Senado. Al año siguiente, fue elegido cónsul; repartió lotes de tierra entre veteranos y parados, aumentó los controles sobre los gobernadores provinciales y dio publicidad a las discusiones del Senado. Pero su ambición iba más allá y, buscando la base para obtener un poder personal absoluto, se hizo conceder por cinco años -del 58 al 51- el control de varias provincias (Galia Cisalpina, Narbonense e Iliria). César se lanzó a la conquista del resto de las Galias, que aseguró lanzando dos expediciones a Britania y otras dos a Germania, cruzando el Rin. Con ello llegó a dominar un vasto territorio, que aportaba a Roma una obra comparable a la de Pompeyo en Oriente. Esto preocupaó a Pompeyo, elegido cónsul único en Roma en medio de una situación de caos por las luchas entre mercenarios (52). Conminado por el Senado a licenciar sus tropas, César prefirió enfrentarse a Pompeyo, a quien el Senado había confiado la defensa de la República como última esperanza de salvaguardar el orden oligárquico tradicional. Tras pasar el río Rubicón -que marcaba el límite de su jurisdicción-, César inició una guerra civil de tres años (49-46) en la que resultó victorioso: conquistó primero Roma e Italia; luego invadió Hispania; y finalmente se dirigió a Oriente, en donde se había refugiado Pompeyo. Persiguiendo a éste, llegó a Egipto, en donde aprovechó para intervenir en una disputa sucesoria de la familia faraónica, tomando partido en favor de Cleopatra («Guerra Alejandrina». Asesinado Pompeyo en Egipto, César prosiguió la lucha contra sus partidarios. Primero hubo de vencer al rey del Ponto, Pharnaces, en la batalla de Zela, que definió con su famosa sentencia veni, vidi, vici («llegué, vi y vencí»); luego derrotó a los últimos pompeyistas que resistían en África (batalla de Tapso) y a los propios hijos de Pompeyo en Hispania (batalla de Munda, cerca de Córdoba). César acalló a los descontentos repartiendo dádivas y recompensas durante las celebraciones que organizó en Roma por la victoria. Una vez dueño de la situación, César acumuló cargos y honores que fortalecieran su poder personal: cónsul por diez años, prefecto de las costumbres, jefe supremo del ejército, pontífice máximo (sumo sacerdote), dictador perpetuo y emperador con derecho de transmisión hereditaria, si bien rechazó la diadema real que le ofreció Marco Antonio. El Senado fue reducido a un mero consejo del príncipe. Estableció así una dictadura militar disimulada por la apariencia de acumulación de magistraturas civiles. Julio César murió asesinado en una conjura dirigida por Casio y Bruto, pero dejó terminadas reformas como el cambio del calendario (que se mantuvo hasta el siglo XVI), una nueva ley municipal que concedía mayor autonomía a las ciudades o el reasentamiento como agricultores de las masas italianas proletarizadas; todo apuntaba a transformar Roma de la ciudad-estado al tiempo que se transformaba su vieja constitución oligárquica por una monarquía autoritaria de tintes populistas; dicha obra sería completada por su sobrino-nieto y sucesor, Octavio Augusto.


Octavio Augusto: Fue el verdadero fundador del imperio romano. Julio César (tío de su madre) lo adoptó y lo designó su heredero. Al morir éste adoptó el nombre de Cayo Julio César Octaviano y se enfrentó a Marco Antonio (su gran rival), entre otros, logrando forjar este gran imperio. Durante su mandato, el ámbito mediterráneo vivió una etapa de tranquilidad y prosperidad. Desde el año 43 a. C., se hizo otorgar poderes extraordinarios. Como se encontraba enfrentado a los republicanos Bruto y Casio, fuertes en Oriente, Octavio decidió aliarse con sus antiguos enemigos Marco Antonio y Lépido, y formar con ellos un triunvirato. Comenzó entonces la persecución de los republicanos (en la cual murió Cicerón), que culminó en la batalla de Filippi en Macedonia. A partir de entonces, Lépido fue alejado del poder y relegado a áfrica, mientras Antonio asentó su autoridad en Oriente y Octaviano en Occidente. Allí tuvo que hacer frente a Sexto Pompeyo, mientras que su rivalidad con Antonio crecía cada día más. La pelea entre ambos condujo a la Guerra de Perugia, en la que el jefe militar de Octavio Augusto, derrotó a los antonianos. La presión del ejército obligó a ambos a firmar un nuevo pacto en Brindisi, con lo cual se hizo un nuevo reparto de zonas de influencia: Octavio dominaba en Occidente, Marco Antonio en Oriente -alcanzaba sólo hasta el río Drin (en Albania)- y Lépido en áfrica, siendo Italia consideraba neutralizada bajo el dominio conjunto de estos dirigentes. El matrimonio entre la hermana de Octavio y Antonio marcó la paz, que se mantuvo durante cuatro años. En el año 36, Octavio se enfrentó a Sexto Pompeyo (quien en el año 39, recibió Sicilia, Cerdeña, Córcega y Acaya, con el compromiso de mantener a Roma abastecida de grano). Augusto le ganó en la batalla de Nauloque (Sicilia). Así su gobierno se hizo popular en Occidente, debido a haber impulsado la agricultura e integrado las provincias con Roma. Mientras tanto, Marco Antonio se encontraba influenciado por Cleopatra VII de Egipto, a quien Octavio declaró la guerra en el 32 (Guerra Ptolemaica). Tras la victoria naval de Actium, entró en Alejandría, donde Marco Antonio y Cleopatra se suicidaron. Con la anexión de Egipto, Octavio dio a Roma el control sobre todo el Mediterráneo. Aprovechando su prestigio, transformó el régimen político de la República romana en una especie de monarquía que recibió los nombres de Principado o Imperio; el nuevo régimen consistía en un equilibrio de poder entre el Senado y el pueblo romano.


Marco Antonio: Gobernó Italia con escaso acierto durante la ausencia de César en 47 a. C., y fue postergado hasta su nombramiento como magister equitum y cónsul, junto con el propio dictador, para el año 44 a. C., en que se produciría su asesinato. Tras producirse éste, Antonio pactó hábilmente con los proclamados Libertadores, que serían amnistiados a cambio de confirmar los acta Caesaris, es decir, la legislación promulgada y los magistrados nombrados por Julio César. Convertido así en el hombre fuerte de la República, se hizo con el tesoro y los papeles de César, y casi de inmediato lanzó al pueblo romano contra los asesinos del dictador, buscando monopolizar el poder.[2] Sin embargo, su intento chocó con la llegada del ambicioso hijo adoptivo de César, Octaviano. Al acabar el año 44, se dirigió a la Galia Cisalpina para hacerse cargo de su gobierno, que el cónsul Bruto se negó a entregarle. El Senado declaró a Antonio enemigo público, y encargó su eliminación a Octaviano. Derrotado en la Guerra de Módena, pudo rehacer sus posiciones, no tardando en recibir ayuda de otro importante cesariano, Lépido. Finalmente, ambos pactaron con Octaviano el Segundo Triunvirato (43 a. C.) contra la facción senatorial, lo que llevó a su entrada en Rima, seguida de una terrible proscripción y de una nueva guerra civil, en esta ocasión contra los asesinos de César, finalmente derrotados en la doble Batalla de Filipos, en 42 a. C. Tras la victoria Antonio recibió el control de las provincias orientales del Imperio, entrando en relaciones con la reina Cleopatra VII de Egipto y combatiendo a los partos. La Guerra de Perusa alteró la paz entre los triunviros, y aunque se renovó el pacto en 37 a. C., Antonio fue desentendiéndose cada vez más de los asuntos de Roma, centrándose en sus campañas contra Partia y Armenia, mientras Octavio se concentraba en derrotar a Sexto Pompeyo. Rota al fin la alianza en 33 a. C. y, apartado Lépido de la escena, las disensiones entre Octaviano y Marco Antonio se trocaron en abierta guerra civil en el año 31 a. C.. Marco Antonio, aliado con la reina Cleopatra VII de Egipto, fue finalmente derrotado en la batalla naval de Actium, en 30 a. C. De regreso a Alejandría, fue incapaz de hacer frente a las fuerzas del futuro Augusto, suicidándose apenas un año después de su derrota.

No hay comentarios:

Publicar un comentario